Comencé con la apnea hace cuatro años, inicialmente con un objetivo recreativo: quería explorar el Mar en los viajes de buceo que hacemos con nuestra escuela, sin depender de un tanque.
Soy médica, y durante mucho tiempo me costó encontrar el espacio para entrenar con constancia, pero hace un tiempo decidí darme ese lugar. Hoy, entrenar se volvió parte de mi rutina y también una forma de habitar el cuerpo desde otro lugar.

Crecí en el agua. Mi papá es instructor de Freediving y Buceo y desde chica me transmitió el amor y el respeto por el mar. No fue casualidad que me llamaran Delfina: desde siempre el agua fue mi segundo hogar. Él es, sin dudas, mi mentor. No solo por su experiencia técnica, sino por cómo me enseñó a conectar con el agua desde el juego, la paciencia y la confianza.

Lo que más disfruto del freediving es ese momento en que todo se aquieta. La calma interna, el silencio profundo, la conciencia del cuerpo en suspensión... esa sensación de estar completamente presente, sin más ruido que el propio latido.

Mi modalidad preferida en el mar es la apnea con peso constante (CWT), tanto con como sin aletas. Me gusta el movimiento continuo, el descenso guiado solo por el cuerpo y la línea. En pileta, me divierte el DYN con aletas, donde puedo jugar con la técnica y el ritmo. Lo que más me cuesta es la estática; todavía me cuesta rendirme al tiempo quieto y sostener esa pausa sin querer llenarla.

Mi lugar favorito para practicar es el mar, por supuesto. Pero cuando no puedo estar ahí, encuentro esa misma pasión en nuestra escuela, Mares, junto al grupo de entrenamiento y nuestro entrenador. Compartir el proceso con ellos lo vuelve todavía más valioso.